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Prevalencia e Incidencia

Aproximadamente el 5% de los niños atraviesa un período de tartamudez de seis meses o más de duración. Tres de cada cuatro niños que empiezan a tartamudear recuperan la fluidez antes de llegar a la adolescencia, quedando un 1% de la población con un problema crónico. Las investigaciones indican que igual número de niños de ambos sexos desarrolla el trastorno, pero que llegada la edad escolar, el número de varones que continúa tartamudeando es de tres a cuatro veces el número de niñas.

Los factores de riesgo que predicen que la tartamudez se volverá crónica en vez de desaparecer espontáneamente incluyen: ser varón, antecedentes familiares de tartamudez crónica, retraso en el desarrollo de la articulación o el lenguaje y tartamudeo que haya durado 18 meses o más.

En la actualidad, ninguno de estos factores de riesgo parece ser suficiente por sí solo para predecir la tartamudez crónica. Más bien se cree que es la acumulación o adición de factores lo que diferencia a los niños en quienes la tartamudez va y viene de aquéllos en quienes el tartamudeo se vuelve permanente.

EL PAPEL DEL MEDICO

El médico es generalmente el primero a quien los padres acuden en busca de ayuda. El médico, en conocimiento de la diferencia entre la disfluencia normal que acompaña el desarrollo del lenguaje y el tartamudeo crónico, podrá asesorar a los padres y remitirlos a un especialista cuando lo considere necesario. La intervención en una etapa temprana del proceso - intervención que puede abarcar desde la terapia familiar y el tratamiento indirecto hasta la instrucción directa - puede ser el factor crucial para evitar que el tartamudeo se convierta en un problema para toda la vida.

Datos de varios programas diferentes indican que la tasa de recuperación es considerable si el tratamiento se inicia en la edad preescolar.