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Indicaciones para los padres

Con niños con disfluencia normal

Si un niño parece manifestar disfluencia normal, se debe tranquilizar a los padres explicándoles que sus problemas con el habla se asemejan a los errores que todo niño comete cuando está desarrollando una facultad o aprendiendo una destreza nueva, como caminar, escribir o montar bicicleta. Se les debe aconsejar que acepten las faltas de fluidez sin reacción visible o comentario.

Si los padres están muy preocupados, se les puede recomendar que adquieran el hábito de hablar un poco más despacio, que empleen oraciones más cortas y sencillas y que le hagan menos preguntas al niño. También puede resultar útil que cada uno por separado reserve momentos en los cuales el niño pueda hablarle en un ambiente sosegado y tranquilo. No conviene que le digan al niño que hable más despacio o que repita una palabra que dijo con disfluencia. Mucho más beneficioso será que se concentren en escuchar tranquilamente lo que el niño les dice.

Con niños con tartamudez leve

Los padres del niño con tartamudez leve no deben mostrarse preocupados o alarmados, sino aprender a escucharlo con paciencia. Sus objetivos deben ser, primero, crear un ambiente donde al niño le resulte cómodo hablar y, segundo, reducir al mínimo su frustración y vergüenza. Los padres tienden a preocuparse cuando un hijo repite palabras o sonidos, pero necesitan comprender que se trata de errores que ocurren cuando el niño esta intentando que su expresión verbal concuerde con las ideas que quiere comunicar. Si los padres le hacen entender al niño que aceptan su tartamudeo, permitirán que su lenguaje se desarrolle sin que aumente la tensión o el esfuerzo físico que hace al hablar.

También conviene que los padres hablen más lenta y calmadamente, especialmente cuando el niño esté atravesando un período de mayor disfluencia. Suele resultar difícil para padres atareados y preocupados servir al niño de ejemplo expresándose de manera pausada, por lo que necesitarán que se les anime y exhorte constantemente a seguir haciéndolo.

Casi todos los niños, con disfluencia o no, se benefician de que sus padres hablen a un ritmo más lento y parecido a su propio ritmo natural. Los niños que tartamudean se sentirán menos presionados a apurarse al hablar si sus padres mismos lo hacen lentamente.

A la vez que le dan al niño un buen ejemplo al hablar de forma lenta y relajada, los padres deben abstenerse de corregirle el lenguaje, molestarse o decirle que hable más despacio. Esto puede desatar una lucha que en realidad dificulta que el niño afloje el ritmo y la tensión.

También es importante que cada padre individualmente le proporcione al niño oportunidades diarias de conversar a solas en un ambiente tranquilo, y mientras más a menudo, mejor.

Estos deben ser momentos en que el niño elija la actividad a realizar y sienta que puede hablar de lo que quiera. Si el niño hace comentarios o preguntas respecto a su tartamudeo, los padres deben responderle con naturalidad, diciendo, por ejemplo, "A todos nos cuesta aprender a hablar. Toma tiempo y muchos niños se traban. Es como aprender a montar bicicleta. Al principio, uno se cae muchas veces".

Si el niño parece estar pidiendo ayuda, los padres pueden mencionar, sin darle demasiada importancia, que a veces ayuda el hablar más despacio y que no hay por qué apurarse.

Si la disfluencia del niño persiste por más de cuatro o seis semanas a pesar de que los padres han seguido las indicaciones, o si los padres no son capaces de cumplir con las indicaciones, el pediatra debe recomendar que consulten a una foniatra o terapeuta del habla.

En casos de disfluencia leve, la modalidad de tratamiento suele ser indirecta y encaminada a crear un ambiente en el que el niño se sienta cómodo y relajado al hablar, tanto durante la sesión como en su hogar.

Si el tratamiento más directo fuese el indicado, la foniatra le enseñaría al niño a hablar con mayor suavidad y soltura, sin aumentar el esfuerzo y la tensión física, hasta lograr una transición paulatina al habla normal. Algunas foniatras enseñan a los padres a trabajar en forma directa con la tartamudez del niño.

Con niños con tartamudez grave

El niño que manifieste tartamudez grave debe ser transferido de manera inmediata a un foniatra para que éste realice una evaluación, asesore a los padres y proporcione tratamiento directo si la condición lo justifica. La tartamudez grave suele desarrollarse cuando el niño se enfrasca en una lucha por hablar bien o comienza a sentir miedo ante la idea de hablar, por lo que cualquier cosa que le ayude a relajarse y a preocuparse menos por su disfluencia resultará beneficioso. Los padres deben proporcionarle al niño un buen ejemplo hablando ellos más despacio. Deben comunicarle su aceptación a pesar del tartamudeo, atendiendo a lo que dice más que a su manera de decirlo. El foniatra a cargo del tratamiento puede sugerir a los padres que hagan un gesto de aprobación con la cabeza o comenten sobre la valentía del niño cuando éste persevere a pesar de trabarse en una palabra especialmente difícil. A los niños que luchan con la tartamudez grave también les puede ayudar el comunicar su frustración a sus padres. Ya que esto puede resultar difícil para muchas familias, es preferible que se acometa con la ayuda de una foniatra experimentada en el manejo de la tartamudez.

El tratamiento profesional de la tartamudez grave casi siempre consiste en ayudar al niño a superar su miedo a tartamudear a la vez que se le enseña a hablar con más lentitud, suavidad y relajamiento, aún cuando tartamudee. El tratamiento también se centra en ayudar a la familia a crear una atmósfera de aceptación del tartamudeo que facilite el hablar sin tensión. Como se mencionó anteriormente, algunos foniatras pueden optar por enseñar a los padres a realizar algunos aspectos de la terapia ellos mismos. En este caso, les pedirá que documenten cuidadosamente las respuestas del niño al tratamiento y seguirá el proceso de cerca.

La tartamudez del niño debe disminuir paulatinamente en frecuencia y duración en el curso de un año o más de tratamiento. En algunos casos, la tartamudez puede desaparecer por completo. Los resultados que se logren dependerán de la naturaleza de los problemas del niño, las otras cualidades que tenga a su favor, la habilidad del foniatra y la capacidad de la familia de colaborar con el tratamiento.